24 de septiembre de 2012

La forma de los sonidos

Wolfgang Köhler era un psicólogo alemán que vivió un tiempo en Tenerife. En el año 1929 realizó un experimento que pretendía demostrar que la relación entre sonidos y formas no es siempre arbitraria.

Observe las dos formas de la imagen siguiente y diga a cuál de ellas llamaría takete y a cuál baluba.




Como usted, la mayoría de las personas del experimento de Köhler mostraron su preferencia por llamar takete a la figura de la izquierda y baluba a la de la derecha.

En el año 2001, los científicos Vilayanur S. Ramachandran y Edward Hubbard repitieron el experimento, pero utilizando los nombre kiki y bouba, con personas hablantes de inglés y de tamil, y el resultado fue que entre el 95 y el 98% de las personas eligieron bouba para la forma redondeada y kiki para la puntiaguda. Desde entonces, el fenómeno se conoce con el nombre de Efecto Bouba-Kiki.

Hubo quien sugirió que las formas de las letras de cada palabra influían en los sujetos del experimento: las letras de la palabra «kiki» son rectas y angulosas, las de «bouba», suaves y redondeadas, por lo que era relativamente fácil realizar esta asociación, aunque fuera inconscientemente. Por ello más tarde se repitió el experimento, pero con niños de dos años y medio, que no sabían leer, y los resultados obtenidos fueron similares.

El Efecto Bouba-Kiki sugiere que el cerebro extrae propiedades abstractas de las formas y los sonidos y las relaciona de algún modo.

También se ha dicho que este efecto influye en la evolución del lenguaje, puesto que hace pensar que el nombramiento de los objetos no es completamente arbitrario, y es que pone de manifiesto la existencia del simbolismo auditivo, que asocia sonidos y objetos.

Haga la prueba: imagínese que va a escribir un cuento infantil en el que el personaje principal es un conejito blanco muy bueno al que, pobrecito, se le acaba de morir su mamá. Ahora tiene que inventarse un nombre para el conejito. ¿Ya? Si le ha llamado, por ejemplo, Titoki o Kutiko, va usted muy mal (a no ser que se trate de un conejito japonés, en cuyo caso va usted peor); en cambio, si le ha llamado Bodedo o Babada, por ejemplo, va usted mejor encaminado (aunque debería buscarle un nombre más bonito).

Y es que lo lógico sería que un personaje de estas características tuviese un nombre suave y mullidito, ¿no le parece?

No hay comentarios:

Publicar un comentario